Cómo detectar el consumo de drogas o conductas de riesgo en menores

La adolescencia es una etapa de cambios intensos: buscan independencia, cuestionan la autoridad y experimentan para construir su identidad. En ese proceso, algunos menores pueden acercarse a las drogas, el alcohol u otras conductas de riesgo (relaciones sexuales sin protección, conducción temeraria, apuestas online, retos peligrosos en redes…).

No siempre es fácil distinguir lo que forma parte del desarrollo normal de la adolescencia de lo que puede ser una señal de alerta. Y, por miedo a equivocarse o a provocar un conflicto, muchos padres y madres prefieren mirar hacia otro lado… hasta que el problema estalla.

Este artículo te ayudará a detectar las señales tempranas del consumo de drogas o conductas de riesgo en menores, y a saber cómo actuar de forma responsable y legal, incluyendo cuándo puede ser útil contar con un detective privado.


Por qué los adolescentes pueden caer en conductas de riesgo

La adolescencia está marcada por una combinación explosiva: el deseo de pertenecer al grupo, la necesidad de autonomía y un cerebro todavía en desarrollo. La corteza prefrontal —encargada del control de impulsos y la toma de decisiones— no termina de madurar hasta los 20-25 años, por lo que los adolescentes tienden a:

  • Buscar sensaciones intensas y nuevas.
  • Subestimar los riesgos reales.
  • Priorizar la aceptación del grupo sobre las normas familiares.

Además, pueden influir factores como problemas familiares, baja autoestima, presión de iguales, trastornos emocionales o falta de límites claros en casa.


Señales que pueden indicar consumo de drogas

Ninguna señal aislada confirma el consumo, pero varios cambios sostenidos en el tiempo pueden justificar tu preocupación. Presta atención a:

  • Cambios físicos: ojos enrojecidos, pupilas dilatadas o muy contraídas, olor a humo o alcohol, descuido de la higiene personal, sueño excesivo o insomnio.
  • Cambios de comportamiento: irritabilidad, apatía, aislamiento repentino, abandono de actividades que antes disfrutaba, discusiones frecuentes, impulsividad o euforia inusual.
  • Cambios académicos: bajada del rendimiento, absentismo, falta de concentración o pérdida de interés por los estudios.
  • Cambios en las amistades: amigos nuevos que no presentan, distanciamiento de los antiguos, secretismo sobre con quién está.
  • Indicadores materiales: objetos extraños (papel de liar, mecheros, bolsas pequeñas, pastillas sin receta), dinero que desaparece o gastos injustificados.

Otras conductas de riesgo comunes

Además del consumo de drogas, hay otras conductas de riesgo frecuentes en adolescentes que también requieren atención:

  • Apuestas online y videojuegos con micropagos compulsivos.
  • Prácticas sexuales sin protección o con desconocidos.
  • Participación en retos peligrosos en redes sociales.
  • Conducción temeraria de ciclomotores o patinetes eléctricos.
  • Autolesiones o ideación suicida.

Todas estas conductas pueden tener consecuencias físicas, psicológicas, legales o económicas graves. Cuanto antes se detecten, más fácil será intervenir.


Cómo abordar la situación en casa

Si sospechas que tu hijo o hija está consumiendo drogas o adoptando conductas de riesgo, actuar con calma y estrategia es fundamental:

1. No ignores las señales

Esperar a “que se le pase” puede empeorar el problema. Toma en serio los cambios bruscos y sostenidos.

2. Elige bien el momento de hablar

Busca un momento tranquilo, sin prisas ni discusiones recientes, para poder hablar sin que se sienta atacado.

3. Habla desde la preocupación, no desde el juicio

Usa frases en primera persona (“Estoy preocupado por ti”) en lugar de acusaciones (“Eres un irresponsable”).

4. Escucha más de lo que hablas

Necesita sentir que puede contarte lo que le pasa sin miedo a ser castigado o humillado.

5. Marca límites claros y coherentes

Ofrecer comprensión no significa tolerar conductas peligrosas. Establece consecuencias realistas y proporcionales si se confirma la conducta de riesgo.


Buscar apoyo profesional

Si la situación es grave o se te escapa de las manos, pedir ayuda externa no es un fracaso, sino un acto de responsabilidad. Algunas opciones en España:

  • Centros de salud mental infantojuvenil (CSMIJ) del sistema sanitario público.
  • Orientadores escolares del centro educativo.
  • Psicólogos especializados en adolescentes y adicciones.
  • Servicios de prevención de drogodependencias de tu comunidad autónoma.
  • Líneas de ayuda como la Fundación ANAR (900 20 20 10) o el Plan Nacional sobre Drogas.

Cuanto antes intervengas, mayores son las probabilidades de revertir la situación sin consecuencias duraderas.


Cómo puede ayudarte un detective privado

Cuando las señales son muy preocupantes pero el menor lo niega y no puedes obtener pruebas claras, puede ser útil recurrir a un detective privado habilitado por el Ministerio del Interior.

Un detective privado puede:

  • Realizar seguimientos discretos para confirmar con quién se relaciona el menor y en qué entornos se mueve.
  • Documentar conductas de riesgo (consumo de sustancias, acceso a locales donde no debería estar, participación en actividades ilegales).
  • Obtener pruebas válidas legalmente que luego puedan usarse para intervenir desde el centro educativo, servicios sociales o incluso ante un juez, si fuera necesario.
  • Actuar de forma totalmente confidencial y respetuosa con los derechos del menor, evitando métodos invasivos o ilegales que podrían invalidar las pruebas o tener consecuencias legales para los padres.

Esta opción debe considerarse como un recurso excepcional y proporcionado, reservado para situaciones de riesgo real y grave. No se trata de espiar por curiosidad, sino de proteger su integridad cuando otras vías han fallado.


Qué no debes hacer

  • No revises a escondidas su móvil o redes sociales sin una base razonable: podría vulnerar su intimidad y romper la confianza.
  • No le humilles ni le enfrentes delante de otros.
  • No difundas fotos o mensajes comprometedores para “darle una lección”: podrías incurrir tú mismo en un delito.
  • No amenaces sin cumplir: los límites incoherentes pierden eficacia y credibilidad.
  • No actúes con violencia física o verbal.

La prevención y la intervención deben basarse en el respeto, incluso cuando haya que aplicar consecuencias firmes.


Si confirma que consume drogas

Si admite el consumo, intenta mantener la calma y agradece su sinceridad. Después:

  1. Infórmate sobre la sustancia concreta y sus efectos.
  2. Evalúa si es un consumo esporádico o habitual.
  3. Busca ayuda profesional especializada en adolescentes.
  4. Establece normas claras y realistas para reconducir la situación.
  5. Mantén un seguimiento constante y refuerza cualquier avance positivo.

Recuerda: muchos adolescentes experimentan alguna vez con sustancias y luego lo abandonan, pero otros pueden desarrollar adicciones. La clave está en intervenir pronto y con un enfoque educativo, no punitivo.


Conclusión: intervenir a tiempo puede cambiarlo todo

Detectar el consumo de drogas o conductas de riesgo en menores es doloroso, pero mirar hacia otro lado solo agrava el problema.

Tu papel no es vigilar cada paso, sino crear un entorno donde se sienta seguro para hablar contigo, pero también con límites firmes que le protejan de sí mismo.

Y si hace falta, apoyarte en profesionales —psicólogos, educadores, servicios públicos e incluso detectives privados— que puedan ayudarte a ver lo que tú no puedes ver desde dentro.

La adolescencia no es un túnel sin salida: con intervención temprana, acompañamiento y límites coherentes, muchos jóvenes logran reconducir su camino. Y lo hacen más fuertes, porque saben que alguien luchó por ellos cuando más lo necesitaban.

Scroll to Top